Ninguna potencia mundial toma una decisión importante si no hay detrás un gran motivo.
Comenzará a patrullar nuevamente aguas latinoamericanas, esta vez bajo el comando del contralamirante Joseph Kernan. El currículo de Kernan, hasta ahora máximo jefe del Comando de Tácticas Especiales de Guerra Naval, no es menos preocupante.
Pertenece al grupo SEAL, un comando de elite con hombres seleccionados para las más duras operaciones especiales, preparados para actuar en las condiciones más adversas y exigentes, que intervienen casi siempre aislados de su mando o de otras unidades. Operaron en Vietnam, Camboya y Laos. La elección de Kernan para la IV Flota, según admite el propio Pentágono, es absolutamente inusual. Es la primera vez que un SEAL ocupa un cargo semejante. Es más, con esta decisión, el Comando Sur ha alcanzado el mismo nivel de importancia que el Comando Central que opera con la V Flota en el Golfo Pérsico.
Pero otras declaraciones dejan traslucir que los objetivos son más amplios e implican una penetración en territorio latinoamericano preocupante. James Stavridis, el actual jefe del Comando Sur, agregó al narcotráfico, la lucha contra el terrorismo y la posibilidad de responder a la migración masiva de refugiados de países como Haití o Cuba. Y James Stevenson, comandante de la marina del Comando Sur, precisó que sus naves llegarán hasta el tremendo sistema de ríos en Sudamérica, navegando en las aguas marrones más que en las tradicionales aguas azules . Es decir un vasto control en el interior del territorio latinoamericano.
El Comando Sur despliega una actividad social como reparto de alimentos o medicinas que les permite convencer al Congreso norteamericano de que esta penetración está justificada. Pero hay otras lecturas. Hay un líder, Hugo Chávez, que les complica la vida. Y hay un país, Brasil, con un proyecto de liderazgo que no es en contra de EE.UU. pero que le quita poder , analizó para Clarín Ruth Diamint, de la Universidad Di Tella. Supongamos que funcionen el Unasur y el Consejo de Defensa Sudamericano, que en lugar del histórico vínculo con EE.UU. nuestras FF.AA. vuelquen sus esfuerzos hacia un modelo más intrasudamericano. En ese supuesto escenario una fuerte presencia militar de EE.UU. resulta disuasoria. Yo creo que la posibilidad de que EE.UU. invada el Amazonas o el Acuífero Guaraní es muy lejana aunque no absolutamente imposible. Pero, por la lectura militarista que tiene hoy EE.UU. de la realidad, ante cualquier incertidumbre o desconcierto aparece la respuesta militar. Si gana Obama, coinciden ambos especialistas, habrá pocos cambios ya que estas políticas se planifican para el largo plazo.
Tanto Venezuela como Brasil reaccionaron. El comandante de la Marina de Brasil, Julio Moura Neto, dejó claro que su país no aceptará ninguna intervención naval estadounidense en aguas brasileñas bajo ninguna hipótesis.

El primero fue económico: con el neoliberalismo reordenó el uso de los recursos naturales en beneficio de las grandes transnacionales o de grupos económicos políticos. No lo logró del todo por el fracaso del ALCA. El segundo fue legislativo. Se cambiaron las constituciones latinoamericanas que eran muy nacionalistas y se permitió la entrada del capital privado extranjero y el achicamiento de la ingerencia del Estado. El tercero fue militar: EE.UU. presionó para que se aprobaran leyes de seguridad que en algunos casos permite la libre circulación del FBI o la CIA por nuestro territorio. Con la IV Flota (y si EE.UU. se va de la base ecuatoriana de Manta) tendrá bases militares itinerantes, con barcos equipados con todo el instrumental, equipo de comunicaciones para interceptar otras naves como si fueran una base militar completa. Con este control, EE.UU. no sólo garantiza su acceso a nuestra región sino que impide el ingreso de otros competidores (por lo que también se garantiza su perpetuación como poder).
30/06/08 CLARIN
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